Ruiseñor y gorrión

7. listopad 2025 | 00.03 |
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Ruiseñor y gorrión

Ruiseñor y gorrión


     En un manantial del bosque se encontraron ruiseñor y gorrión.
     El ruiseñor se interesó de inmediato por la apariencia del gorrión. Le dijo: «¿Por qué no cuidas de ti mismo? ¡Solo haces quedar mal a nuestra comunidad! ¡Mírate cómo estás! Estás todo despeinado, desarreglado, descuidado. ¡Aún me vas a ensuciar!»
     El gorrión miró en el charco de agua. En ese momento se hubiera hundido de vergüenza. Estaba muy avergonzado.
     Sin piedad, el ruiseñor continuó:
     «Eso es porque rebuscas por todos los vertederos, barres los basureros asquerosos.»
     «De alguna manera tengo que ganarme la vida», replicó el gorrión.
     «¡Esa forma de vida es reprobable! ¡A los parásitos como tú deberían encerrarlos como advertencia!»
     El pájaro quiso decir algo en defensa, pero le falló la voz. Aquellas palabras crueles le dolían en su pequeño corazoncito.
     El ruiseñor siguió hiriendo:
     «¡Y ese canto tuyo! Eso ni siquiera es canto, solo un tarareo cualquiera. Toma ejemplo de mí. La gente admira mis hermosos trinos. Se quedan sin aliento,» se jactó el ruiseñor.
     El gorrión asintió con acuerdo.
     «Estoy perdiendo el tiempo contigo,» dijo con arrogancia el ruiseñor y voló lejos.
     La tristeza invadió al gorrión. Quiso llorar. Suspiró tristemente:
     «Qué pena que no nací como ruiseñor. Soy ordinario, insignificante, innecesario.»
     Voló con dificultad hacia su nido natal. Era como si tuviera alas de plomo.
     Aquella noche en el nido de paja en la copa del viejo arce no pudo dormir. Las palabras del ruiseñor rondaban en su cabeza. Cerró los ojos hasta el amanecer.
     Durante unos días el gorrión se afligió por su destino. Pero pronto olvidó todo el incidente.
     Un día volaba cerca del viejo castillo. En la torre más alta la ventana estaba abierta. La curiosidad le ganó y miró hacia adentro. En la mesa había una jaula dorada y dentro estaba atrapado ruiseñor, aquel con quien se había encontrado en el manantial.
     Cuando el ruiseñor vio al gorrión, lamentó: «¡Ay de mí! Nunca más veré el cielo azul, la pradera fragante, el arroyo murmurante. La gente me atrapó para escuchar mi canto en cualquier momento.»
     En ese instante un inmenso sentimiento de felicidad inundó al gorrión. Comprendió que la libertad no se puede compensar con nada, ni siquiera con oro. Ya no deseaba ser un pájaro cantor.
     Dejó al ruiseñor ser ruiseñor.
     Agitó alegremente sus alas sucias y se dirigió a casa.

                                                                              

     Traducido al español mediante inteligencia artificial 

     Enlace original:  https://firesnake.eu

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